He querido brindarle mi primera faena tras mi vuelta a los ruedos del Derecho de la Moda, a un Maestro irrepetible que sin ser español siempre ha sabido plasmar el alma de España en su arte. Hoy no voy a hablar de derecho, sino como una licenciada en Derecho que soy, muy amante de la moda, que ve como muy tristemente van cayendo Imperios, titanes, fenómenos de la industria a la que venero, por lo que al final nada tiene que ver ni con el amor, ni la admiración, ni el reconocimiento, y que en definitiva mueve el arte en este mundo: el dinero. Este es un ejemplo.
Christian Lacroix, francés de nacimiento, compatriota nuestro de corazón, a veces
incomprendido por su público, tímido, introvertido, con mirada constante de
niño travieso que empieza a jugar al toro pero que se sabe todos los secretos
de la capa. Una figura pequeña, más bien redonda, que esconde en lo profundo de
su ser un monstruo del corte, del hilo y del estilo. Un Maestro que ha sabido
darle al arte exquisito del barroco francés, la forma del sentimiento “jondo”.
A a él le dedico estas lineas: va por usted.
Pocas veces he visto a un artista que sepa transmitir el profundo
sentimiento que se respira en la Calle del Flamenco, en el Callejón de los Toreros y en la Plaza del arte textil español. Lacroix dijo: “Hay una química especial
entre la Alta Costura y yo, que está basada en cosas únicas, algo que habla a la
sangre y al arte¨. Qué difícil poder transportar ese sentimiento, ese poderío y
esa perfección que habla de sangre, de fuerza y de arte a una manga, a un
encaje o a un zapato. Qué gran figura de la costura.
Fuerte, valiente, con paso firme, esa Carmen que el Modisto recrea en
sus desfiles, pisa
la pasarela altiva, de la mano de volantes que se mueven con ritmo
constante de fandango o bulerías, encajes negros, mantillas, tacones, bordados,
caireles y machos.
Los claveles alfombran el paseillo que despide a la Figura hasta la
próxima tarde. Te engancha, te atrapa los sentidos y te hace esperar sin
importar la fecha, para volver a ver, a transmitir, a saborear esa pasión de encaje
de chantilly y firma de Alta Costura.
Lacroix me hace sentir, temblar, me encoge el alma y me hace suspirar igual que
a un aficionado que ve a su torero triunfar en la arena. Cada vez que veo las
creaciones del Maestro, oigo el flamenco en sus vestidos, siento el miedo en
sus colores, huelo el albero en sus bordados y disfruto de la victoria en sus
aplausos. Eso es arte, arte que habla con los ojos, con el tacto, con el alma.
Una vez conocí a otro Diestro francés, un Torero de arte y de sentimiento, que me dijo que entendía muy bien la figura y el corazón de Lacroix . Dice que “su gente” se expresa con el alma y que el alma tiene su máxima expresión con el arte. Las palabras sobran, solo importa la esencia de un movimiento, de una chispa que salta en un pequeño instante que te hipnotiza, te embriaga y te obliga a observar quieto, callado, “respetando”, como dice él.
Esto resume los desfiles de Lacroix. Ambos genios, se
expresan con “sus trastos” y ambos genios nos embaucan y nos fidelizan de por
vida.
Da igual que tengan fallos o que
se equivoquen en un pase una o incluso más tardes, porque hemos visto y sentido esa chispa
en algo suyo. Una y muchas veces. Ya no hay vuelta atrás, siempre esperaremos más.
Y yo le digo:
"Maestro, hace
un tiempo que le han negado la entrada al ruedo de la Alta Costura que tanto le
gusta, dejando “fuera de cacho” a un genio que callando mucho, tiene aun
muchísimo que decir. Por desgracia (por la crisis), le dan la oportunidad de ser torero de
plata abandonando esa pasarela del lujo sita en París, y por no abandonar la plaza va a cambiar usted el oro por otro metal menos noble. Qué lástima, qué impotencia.
Yo le digo que ni el oro ni la plata le harán justicia, se vista
de lo que se vista, porque siga o no en activo, vuelva o no a los Ruedos, aquí, en París o en Sebastopol, su
esencia y su valía nos hará, a los amantes del arte de esa tela con sabor a miedo inherente a la capa que persigue de por vida la mano de quien poseé una aguja prodigiosa, estar
siempre pendientes de los carteles, con la esperanza de volver a verle salir por esa Puerta Grande de color rojo español con olor a Andalucía y charme gabacho.
Dicen que el buen aficionado siempre defenderá a su torero, por
grandes figuras que vengan y escondan a las glorias anteriores, sin importar el tiempo que pase.
Esa ya es su
historia, Maestro, y es que por los pasillos del backstage de las semanas de la moda más prestigiosas del mundo, entre sus filas, tras los desfiles entre cuchicheos y susurros, ya se manifiesta esa añoranza por la figura perdida convertida en mito:
-“sí, ha sido muy bueno, pero no me lo compares con Lacroix”.
-“sí, ha sido muy bueno, pero no me lo compares con Lacroix”.
Buena suerte, Maestro.
Erika Navarlaz
(Las imágenes representan 3
pañuelos de seda que pertenecen a la colección de “Matador” del Maestro
Lacroix)